Y yo te hablo de los peces que habitan mi vientre, trazando sendas de espuma hacia el mar interior. Peces que nadan olvidados en aguas color de luna. Peces que duermen
sobre el liquen, y sueñan con túneles que conducen hasta el corazón, ese músculo
que rige las mareas de la sangre. Me tomas con fuerza la mano para sentir el
flujo de mis peces. Perciben tu arrebato, y se dispersan embravecidos por esa furia que emerge desde la raíz de
tus uñas. Astillarme la piel y arrancar
uno por uno los peces de mi vientre. Asirlos por la cola y detenerte un
instante a contemplar sus escamas resplandeciendo al sol. La sal de la luz en
tus ojos. El pequeño pez se revuelve de forma violenta. Sus branquias se tensan
como el arco de un violín. Emana de ellas una música extraña, un eco al cantar de los
astros... Tú y yo bailando a su compás desde el umbral del tiempo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarBorré el comentario pues perdió su valor al recordar que Pez significa suerte y no Vida. Sin embargo, buscando acerca del mismo, aprendi algo nuevo: que también simboliza a Cristo (lo que me genera nuevas asociaciones posibles). Tu texto, como de costumbre, es un trampolín (seguro hay una palabra mejor pero no la recuerdo).
EliminarNunca me gustaron los peces, pero éste sí...
ResponderEliminar