viernes, 21 de octubre de 2011

Preámbulo del cansancio


Tal como se acepta la ignominiosa derrota, se comprende, o digo, empiezo a comprender la pulsión de los años o la inminencia del vacío. Vastas nubes de muerte, manchas informes, invaden mi cuerpo, o invaden esa cosa impalpable que se siente como una bolsa de aire en el pecho, devastan los espacios de luz, arrasan, dejan, igual que tornados, desolaciones insondables. Daños irreparables.
Empiezo a estar cansado de un cansancio que abruma. Los ojos se cierran. La muerte nunca es repentina, sino un proceso. No es la vida, sino la muerte lo que transcurre. Es la muerte lo que empieza desde que soy parido. La vida en sí, es una paradoja, ya que nunca estamos vivos del todo sino algo muertos, muy muertos o muertos.
Está el golpe final, el hachazo. Pero entretanto lo que crece es la desesperación, porque no vas a poder leer los libros de tu biblioteca ni conocer las ciudades que soñabas.
Las nubes se ven o no, pero siempre están por ahí, como mariposas, haciendo de cronómetro histérico. La arena que cae somos nosotros. Las mariposas andan por ahí, hasta que se posan definitivamente y después, nada. Pero nada.

martes, 11 de octubre de 2011

Huérfanos


Jade es la espina que atraviesa mi pecho. La herida es la orfandad en la que vivo, ahora y para siempre. En la grisura fría e insensible de la ciudad todos me miran con lástima. Pero esa lástima o el dolor que podrían llegar a sentir, es simplemente el horror a estar en mi cuerpo. A que el desamparo, como una sombra eterna los cubra y que la amargura sea el lento reloj de sus días.
Yo no puedo sentir lástima por mí mismo, pero la siento por todos los que me miran como si, el azaroso roce del dolor jamás pudiese alcanzarlos. Es, en el fondo, la nube de miseria en la que viven encerrados. Un miserable jamás podrá salir de su “cajita de cristal”, pero la muerte si, puede colarse en ella, ahora o mañana.
El dolor me ciega, es verdad. Y no puedo esperar esa ráfaga de luz que entre a este cuarto tan oscuro y me lleve, como si de una alfombra voladora o una escoba de bruja se tratase. Estoy roto, porque la piel, la increíble y suave piel de Jade está rasgada y nadie sabe como se hace, para cicatrizar la herida que viene desde lo profundo, desde el origen.
Más que nunca pienso en aquél que dijo que somos “seres arrojados”, el que vislumbró que la orfandad es el estado natural, y que algunos podemos engañarnos ignominiosamente pensando que, amontonando porquerías en una biblioteca o en un garage, estamos protegidos.
De qué? Tarde o temprano, no habrá rayo de luz que ilumine tu camino. Sólo que a veces preferimos que las cosas sucedan un poco más tarde.

Imagen: Cecil Beaton