miércoles, 9 de noviembre de 2011

Después


La desnudez es el instante sublime, la ráfaga siempre fugaz. Después, todo es mero descenso, una frenética caída a revuelco entre piedra y espina. El cuerpo dolorido de un dolor indefinible. Las huellas de la caricia que se borran. El beso exhausto, la mano profunda, disolviéndose en el ácido del sinsentido.
Un rio que baja, imparable, de lo que antes fue montaña, vuelo, cielo. La desintegración del goce en el amargo paladeo de lo perdido, de lo jamás tenido, de lo improbable. Ese espacio fronterizo entre la vigilia y el sueño que nunca se concreta, que nunca seré asequible a mi razón.
Si la desnudez fue sueño, y lo que sigue, lo espeso, lo pastoso de la derrota es real, o viceversa. O si todo es una masa informe que nos contiene y nos condena a la anonimia.

4 comentarios:

  1. Ay! Es tan bello esto que escribes, Edmundo, que casi me resulta una herejía decirte que yo siento justamente lo contrario. Y además veo que este tema, la sensación que en él subyace es algo recurrente en ti. Pero es que para mí es necesario salir con las manos vacías del instante, o al menos sé que estoy en armonía con ese hecho. Quizas porque siento que es preciso tener las manos libres para asir al vuelo aquello que esté por venir. Y les pido a mis dedos que borren de su memoria el tacto de la piel que acarican, porque sé que querré llenarlo con otras pieles, o quizás esa misma piel que yo misma les pedí que olvidaran. De todos modos tampoco pienso que todo se diluya, algo de humedad quedará en nuestras manos. Y con eso, realmente somos capaces de crear nubes de vapor, e incluso lluvia. Porque hay ciertos instantes que no podemos dejar ir sin más, así que los ensoñamos, los inventamos una vez han transcurrido. Y aun así, pienso que el silencio después del sonido no banaliza la belleza de la música. Muy, muy hermoso este texto. Un abrazo

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  2. Es, tal vez, ese juego de contradicciones, lo que hace de la desnudez un instante sublime. Es, quizá, ese caer lo que nos empuja a querer volver a subir, buscar el vértigo, la turbación infinita; esa desesperante anonimia la que nos impulsa a intentar atrapar algo, por ilusorio que sea, de nada.

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  3. "...lo espeso, lo pastoso de la derrota es real..."

    ¡Y tan real!

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  4. ¿Y no te parece maravilloso ver todo esto (pese a saber que no valdrá para nada, que no es nada) siendo consciente de que vas a morir?

    A mí me encanta. Y tú también.

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