martes, 27 de diciembre de 2011

Abismo



Alrededor del abismo. Caminando, arrastrando los pies. El vértigo, el infinito negro que se devora la inútil hipótesis o la mínima ilusión.
Alrededor del abismo. Girando, la fantasía inmemorial del círculo. Los círculos. El constante retorno, al principio y al fin.
Alrededor del abismo en cuyas fauces no hay principio ni fin. Hay nada: NADA. Lo que no puede decirse, ni siquiera figurarse, imaginarse. NADA. Dios puede llamarse nada y viceversa.
Sé que estoy, desde el instante mismo en que fuí arrojado, como una lanza, como una piedra o como un escupitajo, todo el tiempo, rondando el abismo, surcando, sudando sobre una cornisa interminable
Alrededor del abismo, en los bordes mismos. En la inseguridad que late como una bomba a punto de estallar, también en el mínimo goce. El mínimo goce, abajo NADA.

3 comentarios:

  1. Dios puede llamarse nada y viceversa.

    y qué se hace con eso, eh?

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  2. Me abismo en tu texto y se me ocurre que quizás habría que pensar que ante nosotros en realidad está el infinito. Y que el amor y el goce son en la caída y el vértigo, siempre. Los abismos están detrás de los ojos, y se vuelven oscuros e impenetrables cuando no damos el paso adelante. Pero en la caída nuestros ojos son coleópteros y repiques de campana. O quizás si caemos al otro podamos poner la luz de un puente, la gracia de una canción....Beso

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