sábado, 7 de enero de 2012

Del caos


Soñé con mis enemigos acosándome a espada y veneno. El espanto de la muerte violenta sudándome en la nuca.
Soñé con los que se retiran a la sombra y aún peor, los que se exilian en el atormentador silencio de la tumba. Una sucesión de rasgos reconocibles, otros borrosos.
Soñé con las mujeres que amé. Mil caras como el héroe. Las vi sentadas, ordenadamente, en un salón muy iluminado donde se baila el vals. Hablaban sobre mí y mis defectos. Otras cosas se dirán frente a mi cadáver, todo será falso halago y lisonja.
Soñé con un discurso sobre la muerte, el influjo de Marías: “El que muere siempre lleva la ventaja de ser el que deambula en lo oscuro, siempre latente su regreso, de alguna forma monstruosa, fantasmal, etérea. Volver a obrar, quién sabe qué horror sobre los vivos que algo le deben o lo calumniaron o lo sometieron a tormento físico.”
Soñé con la desgracia y la risa y el llanto, todo difuso en nubes de humo cabareteras. Nadie sabe qué es lo que se impone, si el irremediable dolor o el fugaz goce. Los infinitos senderos del goce se colaron en la realidad, y retumbaron largamente.

Imagen: Raymond Voinquel

3 comentarios:

  1. Es curioso, siempre he tenido esa sensación de la que habla Marías, además con esa palabra: "ventaja"(me ha sorprendido leerlo aquí). Pero desde mi perspectiva tus sueños son extraños, Edmundo, porque yo jamás sueño con mi propia muerte(generalmente sí con la de seres a los que amo), y como el otro día le comentaba a mi madre, me es indiferente que al día siguiente ya nadie se acuerde de mí. Tu sueño parece una especie de carnaval(me encantan esas "nubes cabareteras"). Y tal y como dices en la vida el dolor es irremediable, pero afortunadamente los senderos del goce son infinitos. Que retumben...

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  2. ¿Se imponen al dolor los gozos? Depende del dolor qué o quién lo cause.

    Nunca soñé con mi muerte, creo, aunque sé que moriré y no me espanta.

    Hoy solo quisiera gozar, pero eso es un sueño imposible.

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  3. "Soñé con la desgracia y la risa y el llanto, todo difuso en nubes de humo cabareteras". Deduzco pues, que soñaste con la vida. Porque, además, "la vida es sueño". Y porque, por otra parte, es imposible soñar con la muerte de uno. ¿No te pasó nunca que soñabas que te caías - de algún sitio impreciso-, o chocabas, y justo en el momento de la muerte te despertaste? Es imposible soñar con la propia muerte. Porque es allí, en ese instante - mucho más fugaz que el goce, mucho más irremediable que el dolor-, ese segundo preciso que separa la nada de la vida al nacer y el todo de la nada al morir, ese espacio el único, en el que nadie sabe qué se impone. En la vida, a veces se impone el dolor, otros el goce, ésto cambia de una situación a otra; pero nunca jamás sabré qué se impone en ese brevísimo instante de tiempo, el microsegundo en el que dejáre de ser, hasta que me toque. Y tal vez ni siquiera entonces.
    Edmundo escribe maravillosamente. Me gusta el goce no-tan-breve de sus letras.
    Un abrazo

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