viernes, 28 de septiembre de 2012

Enviado

 
“Hoy ha llegado este enviado de la “luz”, este farsante, a decir tantas necedades, que sin embargo, han sido escuchadas por una multitud que pone en práctica un amor de plástico, una especie de manjar espiritual chatarra. Los que escuchan arrobados son, claramente, una vez alejados del “santo lugar”, potenciales asesinos, evasores, y efectivos hipócritas. Pagan por un dios que les haga la vida fácil. Le he oído sentenciar con descaro “la enfermedad viene a decirte algo” , o “la enfermedad es una señal, una “cosa” adentro tuyo que tenés que cambiar, un desequilibrio que no te permite armonizar el cuerpo, desterrar las tensiones que lo agobian” Yo sólo he visto a mis enfermos transformarse en muertos de un día para el otro o en larga y lastimosa agonía, los he presentido atormentados por el ruido metálico que augura sin margen de error y estremece hasta los huesos. He vivido la enfermedad del otro como un mensaje amargo, el impiadoso signo que no indica otra cosa que lo inexorable, que no da lugar a una elección, que se impone sin miramientos, el verdugo y su risa de ricino.”
 
Imagen: Claudia Rogge

2 comentarios:

  1. Yo también veo lo mismo que vos, querido, lo mismo...

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  2. Totalmente cierto, la enfermedad es tal y como dices el signo de lo inexorable. Pero también se dice que hasta el hombre más ateo recupera la fe a las puertas de la muerte. Por lo tanto la enfermedad es un estado premesiánico, y cualquiera capaz de argumentar una esperanza puede convertirse en enviado de la luz....Un texto magnífico. Beso

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