martes, 26 de febrero de 2013

La disyuntiva


Todo es un poco igual de alguna forma, un insoportable o agobiante magma, un remolino que arrasa porquería y cosa buena. Y así, duele lo que se calla, por piedad o mala intención, y lo que se dice, por ansiedad o verborragia imparable. Y duele lo que se muestra y lo que se oculta con descaro. Duele lo sucio o lo limpio, las rigideces morales que se estiran como chicle. Se condena al otro y se compadece lo propio. Duele la verdad y duele la mentira. Y la verdad que se torna mentira y la mentira que se revela, y entonces ya es verdad. Y también las verdades dichas con mentiras o al revés, y las dichas a medias. Se sincera y se miente en dosis convenientes.
Y todo duele, eso parece, cuando implica NO. No hay forma de que no duela, eso parece, insisto, cuando se intenta deshacer aquello que da seguridad: "es la costumbre, la costumbre". Cuánta costumbre es necesaria para adormecer a un hombre, para anestesiarlo y que sólo lo arranque de su limbo un lígero cambio, que no afectará el transcurrir del mundo, ni aplacará el hambre de nadie ni la sed ni el dolor, y sin embargo, es ahora la tragedia de su vida.

2 comentarios:

  1. Duelen tantas cosas amigo Edmundo. Duele la verdad cuando no se corresponde con aquello que queremos, y duele la mentira cuando oculta una verdad que no es le nuestra. Pero últimamente tengo cada vez más claro(y quería escribir sobre ello, pero supongo que aun no ha llegado el momento), que en un mundo sin dios cada uno ha de ser su propio juez. Y, créeme, con ser juez de mi misma tengo más que suficiente....Un abrazo

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  2. Realmente, todo implica dolor, a la corta o a la larga, pero todo duele, porque la vida duele. Duele vivir, mi querido amigo.

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