lunes, 17 de marzo de 2014

Muerte (VIII)

Es una verdad casi universal, la muerte ilumina el camino de alguien, como si todos fuésemos sombras de un otro indeterminado y cada cual tuviera su sombra. 
También los novelistas resuelven un relato que se tornó espeso recurriendo al artilugio de la muerte. O Quizá es la muerte la luz al final del túnel. 
Lo que se complica, de repente se agiliza con una muerte que, mayormente, no va a trastornar el desarrollo del mundo. Puede que por eso también, se mate con tanta facilidad.
La muerte que se encarga y la que se ejecuta por mano propia no es un movimiento tan distinto al de sacar las bolsas de la basura, eliminar lo que molesta, dejar fuera de juego a nuestro rival, nuestra sombra. Un magnicidio puede solucionar una disputa de poder, un ansia personal o el destino de millones.

Y además, la muerte azarosa y repentina que íntimamente nos tranquiliza y hasta a veces, parece difícil ocultar la dicha que nos produce. 
Cuántas deudas acuciantes pueden llegar a extinguirse con el muerto.

2 comentarios:

  1. La vida es un accidente, una anomalía. Sólo la muerte lo reintegra todo al estado anterior al caos. Y sólo el hombre intenta imponer su propio orden. Quizás por eso la pensamos y sentimos de manera tan contradictoria...Entre la aprensión y la voluptuosidad...Interesante texto. Abrazo querido Edmundo!

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  2. Mezclar la Muerte con el muerto... Eso son palabras mayores

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