sábado, 21 de agosto de 2010

En lo profundo


Me arrojé a las marrones aguas del río, desde lo más alto del puente. No sé cómo pude hacerlo ni reconozco ese puente. De noche, las aguas son negras y mucho más profundas. De noche me arrojé. Pero sumido en lo hondo, el agua era como un cristal infinito, blando y fresco.
No necesito hacer ningún esfuerzo para respirar, me siento cómodo en estas aguas. Sé que muchas veces pergeño el suicidio pero sé también que, atreverse es algo diferente. Soy consciente del temor que me produce la muerte.
De manera que no me reconozco, yo tampoco.    
Puedo andar libremente en este río. Las aguas son más claras que un mar de lágrimas. Hay una aglomeración de almas en lo profundo. Es como estar nadando en un cielo lleno de estrellas.
No puedo saber desde cuanto estoy sin respirar, sin comer, sin llorar. Por mi cabeza pasan miles de cosas. Pasás vos y todas las mujeres que amé, pero no puedo retener los rostros. Ni bien puedo retener algún rasgo se me borra otro. Nunca tengo algo completo. Es como tener el olor, sé de quien se trata pero no puedo verlo.
Pienso en las calles de mi ciudad pero son tan diferentes que me parecen que una ciudad así, no podría existir. Pienso en la oficina pero parece otra oficina. No sé por qué se me ocurre que es la oficina del enterrador.
Hay canciones en la atmósfera de agua, pero ninguna melodía me es familiar. Es decir, las reconozco a todas, pero no recuerdo sus nombres.
Pienso en mis años. Ni siquiera puedo recordar mi cara, aunque sé, que alguna vez fui niño, alguna vez adolescente y que hoy, debo ser un hombre serio y asentado, que sin embargo, se arrojó desde el puente a las marrones aguas del río, que de noche parecen negras pero fácticamente, son cristalinas, blandas y frescas.
Lo único que recordé, difusamente, fueron unos versos desordenados de Bukowski. Entendí a Bukowski sobre la imposibilidad de los hombres de imaginarse muertos. Entendí a Bukowski, que entendió a Saroyan, que entendió a Fausto, que entendió a Prometeo. Entendí, creo, a todos los hombres que alguna vez inventaron un dios.

10 comentarios:

  1. En algún momento de nuestra vida (y quizá en más de uno) todos nos arrojamos a las profundidades de nuestro propio río -en mi caso, prefiero el mar agreste e indómito al anochecer- y entonces, desde esa perspectiva, nos es posible entender todo lo que antes no entendimos, mientras, en contrasentido, dejamos de entender lo que hasta ayer nos parecía tan claro. No sé si sea una ley no escrita, pero así suele suceder.

    Un abrazo

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  2. yo inventé un dios sin rostro sin forma y tengo mis versos desordenados, no recuerdo nada mas...

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  3. En la falta de acomodo se encuentra mejor la lucidez. Es cierto que hay que saltar desde puentes de los que tan siquiera conocemos el nombre. La imposibilidad de imaginarnos muertos puede ser un problema, pero sumergirnos en las profundas aguas de un río autista, o no respirar durante un tiempo suficiente, puede acercarnos a la lividez y al gesto rígido del frío.

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  4. Soy una criatura del agua, definitivamente. No sólo porque me rija Piscis. Todos mis días y mis noches están atravesadas por el agua. Nadé durante décadas, todos los días. Me dejaba ir. Doy fe de que debajo del agua más turbia hay ciudades, restos de naufragios, civilizaciones perdidas.

    El agua es mi líquido amniótico protector. En las madrugadas de insomnio, como ésta, no alcanza la pastilla debajo de la lengua. Tengo que sentir, no pensar, sino sentir, que floto boca arriba en el agua y el agua hace, de mí, lo que quiera. Ya no peso, me he liberado de la piedra al cuello de este "yo". Soy una medusa, un alga, un mechón de cabello. Podría desaparecer muy fácilmente y sería inconmensurablemente hermoso.

    Intento sacar las piedras del bolsillo de Virginia Woolf. Lucho contra la tentación del río Ouse. Entonces floto bajo cielos de colores imposibles y nada podría tocarme, aunque me toque y me deshaga con la mínima fuerza de un soplo.

    Edmundo sabe de qué se trata, sabe, porque lo escribe, de qué hablo.

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  5. Es similar a un sueño difuso. En donde sabes que estás soñando y aún así sientes vivaz la amabilidad del agua soportando tu cuerpo. Y de lo único que estás seguro es de la fluidez que te lleva y te arrulla.

    Mientras el lullaby de sus vueltas te adormece, sigues pensando que estás soñando, que todo es un sueño maravilloso, que pasa con paciencia cuando el mundo de los despiertos lleva dos pasos de ventaja. Y no sientes ni un poquitito de envidia.

    Y piensas en los despiertos que creen te están acompañando en tu mundo mágico y sincero, muy sincero. Y piensas en los despiertos, y sientes esa agua acurrucándote en la simpleza de su sinceridad.

    Besos,

    Cyn.

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  6. Zambullirse en las profundidades y nadar dentro de ellas. En los océanos y en los ríos caudalosos, en las aguas donde nuestro cuerpo podría dejarse ir. Dentro vemos salidas o vemos mundos imaginados, rememorados...vemos nuestra vida que fluye y aún se mantiene...mientras nuestras sensaciones y emociones nos sigan ofreciendo esos mundos líquidos...

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  7. Quizás el líquido y la oscuridad sean nuestros medios naturales. Porque así hubo de ser cuando nadie nos había nombrado, y nuestra imagen no se había reflejado en ningún espejo. Y en aquella oscuridad todavía no estábamos ciegos, porque eso fue mucho antes de que la luz candente de este mundo nos desgarrara las retinas. Quizás tras el contacto con la luz nuestros ojos ya no pueden atisbar en lo oscuro.Quizás cuando nuestros ojos se hicieron a la luz el resto de nuestros sentidos comenzaron a apagarse(como un anticipo de la muerte que un día nos sobrevendrá a todos). Lo único que tengo claro es que esto no son más que conjeturas, y que todas ellas arribaron a mí tras la lectura de tu texto. Y que es normal el miedo a la muerte porque es el único paso que ninguno de nosotros hemos dado(de un modo extraño siempre pienso que los muertos nos llevan ventaja...)Un abrazo admirado, Edmundo

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