martes, 20 de marzo de 2012

Fe


Adhiero a esta fe de rotos y descosidos. A esta doctrina que predico mudo en un desierto de ciegos. Una fe de dioses ahumados y de becerros con rabia. Adhiero sin fe a esta fe de sahumerios para espantar sonrisas triviales, insectos pegajosos. La raza de crucificados
La fe sin libro sagrado ni lengua enrevesada. La fe de la conmoción. La de lomos sellados a fuego por el número de la incertidumbre. Profeso esta fe de zaparrastrosos sin templo. Comulgo la hostia amarga de los días. Un vino ácido corre por mis venas. Grises son los profetas de esta iglesia condenada al abismo. Hordas de devotos desmotivados emprenden caminatas sin promesas ni ruegos a santuarios fríos. Cada día invaden carcazas de metal y cemento y piensan oraciones desesperanzadas, astillas en su garganta les cortan las alas.
Imágenes profanas en el centro de la oscuridad. Los cementerios están plagados de fieles que han elegido la forma y el día de su muerte. Esto es una utopía. Yo no puedo brindar este sacrificio, por miedo al dolor, espiritual o físico, por terror al castigo o a la culpa que otros dioses nos han impuesto.

3 comentarios:

  1. Y esa fe que adhieres sólo es abrazada por los valientes. Aunque a veces te presentes con el corazón sucio de miedos y seas tentado por alguna otra fe y sus promesas de paraísos. Aunque al comulgar la hostia amarga de los días, a veces la lengua se te haga llaga, y sangre. Es una fe que nace del corazón y que lucha contra la esclerosis del alma que propaga cualquier otra fe. Es una fe revisada día a día, de pasos a borde del abismo. No sabemos ni cuándo ni dónde. Ante los ojos sólo el vacío y la incertidumbre. Pero esa fe es una llama alumbrando en la oscuridad del pecho.
    Este texto está lleno de imágenes contundentes y hermosas. Son como astillas directas a la garganta, pero en vez de cortarlas recortan las alas. Unas alas de papel que se llenan con toda la fuerza del viento. Y entonces las gargantas vuelan como la más hermosa forma de silencio. Bico

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  2. A esa fe a la que adhieres todas esas cosas la siento tan real que me espanta. Me veo como uno de esos devotos desmotivados de los que hablas.

    Ósculo triste de hermandad prohibida.

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  3. No estoy segura de haber comprendido el texto. Veo sí otra vez un desierto. En los desiertos hay vida, mucha más vida de la que pensamos, sólo que no se ve porque se camufla. El hombre, no hay que perder de vista al hombre camuflado que se cubre de fe (que no siempre comprendemos) por temor a perder lo que ya está perdido (a veces, de las estrellas muertas queda la estela que vemos). Es complicado. Pero la fe ayuda. A veces. En todo caso, mis disculpas si no comprendo. Intento, eso sí.

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