martes, 6 de marzo de 2012

Lo inexorable

Ser un resabio, una copia, buena o mala, mejor o peor, digna o patética de aquellos o todo aquello que nos precedió. La angustia de las influencias. Cargar con las miserias del pasado, la cruz. Portar las virtudes, y sin embargo, como una simple mancha congénita.
El contagio y la herencia.
Una existencia parasitaria.
Millones de años y de copias de aquel primer original, ya indiscernible para nosotros. Plagios a escalas monstruosas. Todo es copia. Dios y sus moldes para barro, con leves matices. Moldes para chinos amarillos, moldes para blanquísimos europeos, moldes para oscuros africanos, moldes para pigmeos. El juego endemoniado de dios. Asesinos y santos en un mismo molde, todos manoseados por un dios cambalachero.
El plomo interior de advertir, de VER que somos SIEMPRE astillas intrascendentes de una explosión lúdica, un dios desparramando muñequitos innumerables a piacere; una nimia muestra de “algo”, una costilla o un escupitajo en la tierra, nada, duplicados ignominiosos.

4 comentarios:

  1. Son esas cosas que me provocan desasosiego, que nos lo provocan aunque tengamos muy asumida nuestra verdadera naturaleza perecedera...

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  2. Y sin embargo, a pesar de eso, a pesar de ser burdas copias, nos sentimos tan solos, y nos cuesta tanto reconocernos en los demás. Como escribiste en algún texto anterior "somos islas". Islas que un dios fabrica en serie y arroja una tras otras en el océano de la vida(¿qué camino trazan esas islas que un dios juguetón apila?) Nos observamos en la distancia, pero sin la capacidad de acercarnos, pero a la vez ni siquiera podemos experimentar el placer de sentirnos únicos. Y ahora se me da por pensar que hay mucha gente que confunde su propia soledad con originalidad y la convierte en una marca de distinción. Olvidando que esa soledad es común a todos los hombres. Porque todos somos minúsculos seres a los que una vez expulsaron del todo.Y esa quizás sea la primera herencia y el mayor lastre de esta nuestra existencia parasitaria.....

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  3. No lo creo. Es decir, en el fondo todos queremos lo mismo: que nos quieran y tener a quien querer. Y nuestras necesidades básicas son las mismas. Pero la manera de hacerlo varía. Mis hijos no se parecen a mí en lo más mínimo (por suerte), ni yo a mis padres (por suerte). En cuanto a dios, no la conozco. Tal vez me le parezca, o ella a mí, pero no lo sé. Cada persona que quiero ocupa un lugar intransferible en mi vida. Y si resulta que son copias, me importa un bledo. Para mí son únicas. Y si yo soy copia de alguien ¿qué me importa si mi vida es sólo mía? ¿qué importancia tiene?

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  4. Sí, así es. Al final todo parece lo mismo. ¡Qué hastío!

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