miércoles, 25 de enero de 2012

El peso de las cosas

No he podido librar esta lucha contra el asedio, la desesperante certeza de que todo lo que se hace, lo efímero y la aparentemente durable, lo correcto, lo incompleto o lo equivocado, son pequeñas heridas de muerte que no se borran, ni se disimulan. Están ya ahí, como la señal de un mapa, la bifurcación de un camino, la elección entre diversas alternativas, el bueno o el malo, o como la marca que nos define, indefectiblemente.
No he podido vencer al tormento que se abalanza sobre mí, en ciertas noches, y que urde un hueco en mi cuerpo, con el filo de las cosas que pudieron haber sido y no fueron, lo que pude hacer y no hice o lo hice de otra forma. Y esa forma de hacerlas, que son como clavos, no deja de machacar en la cabeza.
Cuánto hay de error en el desarrollo de un camino, cuánto del inexorable destino impreso en lo propio. Qué vida pude salvar, qué crimen impedir, qué violación detener. Cuánto pude haber hecho y cuánto temor o cobardía o comodidad atraviesan la línea de mi existencia como un río desbordado de veneno.
Qué, de lo que me benefició, perjudicó a otro, qué instante glorioso fue la miseria de un desconocido, qué goce mío conllevó la desgracia y la amargura de algo que amé.

4 comentarios:

  1. El peso inexorable de la consciencia crea nuestro propio, singular infierno. Nada parece aliviar esas preguntas que taladran el cerebro de un hombre, a veces, hasta el borde mismo de la locura.

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  2. (no sé si me pasa sólo a mí, pero resulta un tanto difícil leer las entradas con tu nuevo diseño...es lindo, pero las letras se pierden en el hombre)

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  3. Así como no nos sentimos salvadores del otro (de los otros), cuando le causamos goce, cuando le hacemos bien. Ni tampoco consideramos deudores nuestros, a aquellos a quienes amamos. Entiendo que no deberíamos sentirnos culpables cuando con nuestras decisiones causamos daño. La mayoría de las heridas no son con saña, ni malintencionadas. En muchos casos (casi) lo único que podemos hacer es procurar que la herida sea limpia, y la muerte rápida. Quizás sí podamos achacarnos la cobardía, porque para los golpes limpios se precisa de una valentía de la que a veces carecemos. Pero, no sé-quizás me invisto a mí misma de cierta ingenuidad para salvar mi conciencia-creo que no existe culpabilidad en las decisiones, aunque se perjudiquen a segundos o a terceros. Veo mucha más culpabilidad en la inacción, en la caída en la inercia. La caída en la inercia es como una muerte anticipada. El otro día creo que se lo comentaba a Axis en el blog. Cada umbral, a pesar del irreversible hecho de atravesarlo, es una apertura a nuevos umbrales. Tan solo la muerte es una habitación tapiada. Pero ¿sólo por el peso de nuestras decisiones hemos de condenarnos a vivir en una habitación con todas las puertas cerradas? ¿hemos de quedarnos en ella condenados a no tomar nunca el aire? Quizás el peso de nuestras decisiones es lo que nos mantiene anclados a la vida, en contacto con ella. Quizás si no fuera por esto seríamos demasiado livianos. Seguramente todos vamos sembrando nuestro camino de cadáveres, los de aquellos presentes que nunca fueron. Yo decido matar también al ¿qué habría sido si…? Julio Cortázar dijo algo como que sólo existe una forma de contar una historia(hablo de memoria, seguramente no dijo esto, sólo es lo que yo entendí…), cada historia tiene una forma propia de ser contada. Para mí esto es aplicable a la vida, nuestra vida-y aquí puede sonar fatalista-sólo tiene un modo de ser vivida, y es tal y como lo estamos haciendo.
    Por cierto-sé que me estoy alargando, pero…-comencé a leer Los Enamoramientos, y, bueno, la parte en la que estoy está estrechamente relacionada con esto de lo que hablas. En la contraportada dice algo como que “es una historia que habla de lo inadecuado de que las personas que ya no están en nuestra vida regresen”. Yo hace algo más de un año escribí un relato que hablaba de eso. Lo escribí en gallego, por eso no lo publiqué, y, ahora que lo pienso, ya no debe existir, pues que debió morir con mi ordenador. El caso es que hablaba de qué ocurriría si ahora M. volviera a nuestras vidas, a la vida de P., sobre todo. Y me di cuenta de que él ya no tenía cabida en ellas, que sólo tiene cabida desde esa ausencia. Es terrible, pero es así. Y bueno, lo dejo ya, que a veces es como si algunos textos me dieran una patada en la cabeza, y los balones se dirigieran a todas partes…

    P.S.: Estoy de acuerdo con Maia. La nueva imagen dificulta bastante la lectura. Me encanta la foto, pero quizás estaría más claro si la parte del texto no fuera transparente… O bueno, quizás así se corresponde con el título, y letras e imagen forman en sí un amasijo…

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  4. Constantemente me pregunto cosas similares y el sueño me quitan tantas preguntas sin respuesta y pierdo peso, y lloro y río, y me emborracho, y pienso que hice bien y luego cambio de idea, y sigo loco sin saber lo que podría haber hecho, lo que no haré y debería...

    Hoy me duelen las entrañas más escondidas del alma.

    (Ciertamente no hay claridad en este diseño de página, pero obliga quizá a estar más atento a aquello que leemos)

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